jueves, abril 06, 2006

La vida tranquila en el barrio

Es una de las cosas buenas de volver a tu barrio, el que has recorrido mil veces, en el que has vivido toda la vida. Vas andando por sus calles para hacer recados y cada diez metros hay una cara conocida que has visto desde siempre. Con las caras de la gente, me suele pasar una cosa curiosa. Cuando me fui a Madrid creía ver en las calles de Getafe, de la zona de Pacífico o Conde de Casal, caras de gente que eran de mi barrio de toda la vida o conocidos de Zaragoza..., y claro ahora me pasa lo contrario, que a veces tengo la sensación de ver a gente que he visto en Madrid... son como "déjà-vu faciales" (vaya expresión que me acabo de inventar....).
El barrio es como el pueblo. El otro día estando en el Parque de la Aljafería, sentada en un banco, tranquilamente, vinieron dos señoras mayores, cogidas del brazo con dos ramitos de violetas que acababan de coger y que mostraban cual trofeo, ellas, todas contentas porque ya era privamera, y recordando sus años de infancia se nos pusieron a cantar "Veniiiiiiid íbaaaamoos tooooooooodos, con floooooooores a Mariiiía, con flooooores aaa Mariiiiíaa, que Madre nuestra eeeees". Me hicieron mucha gracia, aparte que también me hicieron regresar mentalmente a mis años de 3º EGB, cuando en mayo comprábamos flores y antes de comenzar la clase nos poníamos a dar vueltas por la misma cantando esa canción. Pues eso, que son cosas que sólo pasan con la gente del barrio. Que espontáneamente te obsequian con sus comentarios; sobre todo las personas mayores, más que nada porque tienen más cosas que contar y porque tienen más tiempo. Me hubiera gustado que hubieran seguido contando sus recuerdos, porque empezar, empezaron por la canción, pero siguieron con la poca variedad de comida que tenían cuando eran jóvenes, lo pronto que se pusieron a trabajar sirviendo,... y se pararon ahí. Ante todo estaban en su paseo de la tarde y enseguida marcharon tan felices con sus ramitos de violetas.
El punto y aparte se lo merece la Panadería de la Fina. Es un personaje institucional en el barrio. La Fina. Qué genio y qué gracia que tiene. Encima es que la panadería ocupa un punto estratégico del barrio. En una esquina. En la confluencia de dos calles por donde discurre el barrio entero. Desde ahí lo observa y controla todo.
Es como Javier el conserje de la Residencia de Estudiantes. Aayyyss, lo que no supiera él!!

La vida tranquila en el barrio

Es una de las cosas buenas de volver a tu barrio, el que has recorrido mil veces, en el que has vivido toda la vida. Vas andando por sus calles para hacer recados y cada diez metros hay una cara conocida que has visto desde que siempre. Con las caras de la gente, me suele pasar una cosa curiosa. Cuando me fui a Madrid creía ver en las calles de Getafe, de la zona de Pacífico o Conde de Casal, caras de gente que eran de mi barrio o conocidos de Zaragoza, y ahora me pasa lo contrario, que a veces tengo la sensación de ver a gente que he visto en Madrid... son como "déjà-vu faciales" (vaya la expresión que me acabo de inventar). El barrio es como tener pueblo. El otro día estando en el Parque de la Aljafería, sentada en un banco, tranquilamente, vinieron dos señoras mayores, cogidas del brazo con dos ramitos de violetas que habían cogido por ahí cerca, y ellas, así todas contentas porque ya era privamera, recordando sus años de infancia se pusieron a cantar "Veniiiiiiid íbamooooos tooooooooodos, con floooooooores a Mariiiía, con flooooores a Mariiiiíaaaa, que Madre nuestra eeeees". Me hicieron mucha gracia. Son cosas que pasan con la gente del barrio, que espontáneamente te obsequian con sus comentarios, bueno y más las personas mayores, que encima tienen tanto que contar! Me hubiera gustado que hubieran seguido contando sus recuerdos, porque empezar empezaron por la canción, pero seguían ya con el hambre, las castañas,... pero recordaron que estaban en su paseo de la tarde y se fueron tan contentas con sus ramitos de violetas. Bueno, claro y la Panadería de la Fina. Es todo un personaje institucional en el barrio. La Fina. Qué genio y qué gracia que tiene. Encima es que tiene la panadería en un punto estratégico del barrio. En una esquina. Desde ahí lo controla todo. Es como Javier el conserje de la Residencia de Estudiantes. Aayyyss, lo que no supiera él!!