martes, febrero 14, 2006

La luna

El domingo mientras viajaba en autobús por la N-II, escuchaba música y miraba por la ventanilla. Estaba anocheciendo y en lo alto del cielo despejado estaba la luna. No me canso nunca de mirarla, me hipnotiza -como cuando miro el fuego- sobre todo esas lunas que suelen verse en verano, grandes, pesadas, naranjas, casi rojizas. Verla y sentir alegría es todo uno. Me gustaría fotografiarla, guardar esa imagen que me hace sentir tan pequeña y enorme a la vez... pero no es lo mismo. Lo increíble es descubrirla de improviso en un atardecer que termina. Ella se promete como regalo de la noche que comienza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

antes me gustaba la luna. Ahora me da miedo. Me hipnotiza y la odio. Siento que puede hacer daño y que, a pesar de su calma y de su apariencia tranquila, puede llegar a ser cruel.
Consecuencias de lecturas indebidas. Pero deliciosas consecuencias.

Anónimo dijo...

Con la luna nace la magia de la noche. No me gusta especialmente la noche. Prefiero la luz del sol de entretiempo. La luz plana que impregna la realidad con un brillo intenso mortecino. Una luz contradictoria llena de vida y anhelante de supervivencia...
Pero hablaba de la luna. La luna es uno de esos "seres" naturales que me conectan con personas lejanas. Como el mar. Aún a mil kilómetros de distancia se ve la misma luna que sirve de espejo que conecta el corazón y aún el alma. Una ola que hoy rompe en Barcelona mañana lo hará en Cádiz.
La luna me da una razón mientras el mar me da la calma.

Es difícil no sentir por la luna.
Es difícil no sentir cuando hay luna.
Es difícil no sentir, Luna.

Sofia dijo...

Es verdad eso de que la luna conecta a las personas. Mientras la estás mirando sabes que alguien también la estará observando, pensando lo mismo que tú...